Pastoral

REFLEXIÓN FEBRERO
REFLEXIÓN FEBRERO

 

 

INTRODUCCIÓN: En el XVIII Capítulo General del Instituto de Operarias Catequistas, vimos la imperiosa necesidad de crecer en la vida interior para ser lo que estamos llamados a ser y para poder responder con amorosa creatividad a los gritos que, desde distintos ámbitos, nuestra sociedad nos está lanzando, reconociéndolos como gritos con que el Dios con entrañas de misericordia nos apremia para tponer nuestro grano de arena en la transformación de nuestro mundo según su Sueño de plenitud para todos los seres humanos y de armonía con todo lo creado.
Somos conscientes de que escuchar el clamor de la vida conlleva encarnarse plenamente en el mundo. Por eso, este curso profundizaremos en lo que implica la Encarnación para los continuadores del carisma y la misión que nos legó Madre Josefa Campos. Se trata de vivir una espiritualidad de y para la encarnación, que no nos aísle del mundo y de sus problemas (que no sería verdadera espiritualidad, sino evasión), que no se quede en simples intenciones, sino que, como el amor del Señor, sea mucho más que palabras, que nos lleve a un compromiso real, dentro de nuestras posibilidades, en la transformación propia y de nuestro mundo que, con todas sus luces y sombras, es el mundo que Dios ama y desea regenerar. Tendremos unos textos bíblicos clave para la reflexión e interiorización, junto con textos propios de nuestro Instituto. Pero el texto base para todo el curso será el prólogo del evangelio de San Juan. Y, como fondo, el contenido de la canción «Escuchemos a Dios donde la vida clama» de Salomé Arrecibita.   BIBLIOGRAFÍA: «El pobre de Nazaret». Ignacio Larrañaga.                   «Cuando todo calla. El silencio en la Biblia». S. J. Báez.

REFLEXION:                                                                                                                         1.- HE ESCUCHADO, HE VISTO y HE BAJADO: Éxodo 3,7-9: «Y el SEÑOR dijo: Ciertamente he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he escuchado su clamor a causa de sus capataces, pues estoy consciente de sus sufrimientos. Y he descendido para librarlos de la mano de los egipcios, y para sacarlos de aquella tierra y llevarlos a una tierra buena y espaciosa, a una tierra que mana leche y miel, al lugar de los cananeos, de los heteos, de los amorreos, de los ferezeos, de los heveos y de los jebuseos. Y ahora, he aquí, el clamor de los hijos de Israel ha llegado hasta mí, y además he visto la opresión con que los egipcios los oprimen».                                                 La escucha es consecuencia y alimento del amor. Escucha quien ama, y al escuchar, el amor crece incesantemente, se dilata y se concreta. «Dios es Amor» (I Juan 4,8). Por ello, no puede hacerse el sordo ante el clamor de la vida que ha creado, no puede desentenderse de los gritos de auxilio de sus hijos más necesitados, de los que sufren las injusticias de los hombres, de los que padecen por cualquier causa, de la naturaleza expoliada y destruida por aquellos a los que encargó la tarea de cuidarla.
Ni tampoco puede ser insensible ante el clamor de quienes (creyentes o no) sienten el dolor del mundo como propio y entregan su vida para lograr que vaya siendo lo que Dios soñó al crearlo: una comunidad de hermanos, iguales en dignidad, derechos y deberes, donde se reconozca a cada ser humano en su singularidad y se ofrezcan los medios para que todos lleguemos a ser personas en plenitud.
El Dios-Amor no se puede desentender -y no se desentiende- de quienes, habiendo sido creados para la libertad, viven en la esclavitud del cuerpo y/o del espíritu, o esclavizan a otros.
Amar es mucho más que decir «te quiero» (palabras). Ser solidario al estilo de Dios es mucho más que decir «pobrecito/s» (palabras), mucho más que «dar», aunque también. Es, sobre todo, BAJAR a la realidad y DARSE para ELEVAR al ser humano a su dignidad de imagen y semejanza de Dios. Es meterse en la piel del otro, sentir como propio su dolor y alegrarse con su alegría. Es arrimar el hombro para ayudar al que no puede con su carga. Es defender al que es oprimido, acosado, marginado… Acompañar, ayudar, dedicar parte de mi tiempo, al que está solo o abandonado, acoger al que otros rechazan… San Pablo nos recuerda que si no tengo amor, de poco vale lo que diga o haga (confrontar: I Corintios, 13,1-13).                                 Otros textos: Gen. 17,20; Jer. 8,6; I Reyes, 9,3; II Reyes, 19,20;Oseas 11,18; Romanos 12,14-16b. I Corintios 13,1-7.

2.- ESCÚCHAME: «Una Palabra habló el Padre, que fue su Hijo, y ésta habla siempre en eterno silencio, y en silencio ha de ser oída por el alma» (S. Juan de la Cruz, «Dichos de Luz y Amor», nº 99). Sólo se puede amar como Dios estando en íntima relación con Él, para ESCUCHARLE, para dejarnos contagiar por su amor a todos los seres creados. Sólo haciendo SILENCIO para escuchar a Dios, podremos ESCUCHAR LA VIDA QUE CLAMA.
Dios sigue hoy gritándonos, clamando, para que tomemos conciencia de su amor incondicional a todos los seres que ha creado. Todo nos habla de su amor, nos lo grita. Únicamente es necesario que, como Madre Josefa, nos dejemos seducir por tanto amor y, como consecuencia, nos apasionemos por Él y hagamos nuestros sus sentimientos, de modo que nos sintamos impulsados a amar a los demás como somos amados. Sólo así estaremos en condiciones escuchar su clamor en el clamor de los pobres, de los olvidados y excluidos, y de vivir en auténtica, liberadora y evangélica encarnación en nuestro mundo.
Sinceramente, creo que el mundo no está como debería porque no escuchamos a Dios en nuestro interior suficientemente, porque tenemos tiempo para todo menos para Él. Sí, también los que decimos conocerle y amarle le posponemos por otras cosas, incluso por «sus cosas».
La Palabra -fruto bendito del amor del Padre- se encarnó porque Dios escuchó y vio. Y los creyentes sólo podemos encarnarnos escuchándole a Él y, desde Él a los demás.

«¿Cómo responder a Dios?»: «Solemos pasar por alto la conexión que hay entre capacidad de respuesta y responsabilidad, entre la agudeza de los sentidos y la problemática social. El exterior y el interior forman un todo. A medida que aprendemos a ver realmente con nuestros ojos, comenzamos también a ver con el corazón. Comenzamos a enfrentar aquello que preferiríamos obviar; empezamos a ver lo que sucede en éste nuestro mundo. En la medida en que aprendemos a escuchar con nuestros oídos, nuestro corazón comienza a oír el clamor de los más necesitados… Estar en conexión con nuestro propio cuerpo es estar en conexión con el mundo, incluyendo el Tercer Mundo y otras áreas de las que nuestro corazón adormecido se aleja por conveniencia. Por eso no es de extrañar que quienes ostentan el poder, quienes se preocupan por mantener las cosas como están, miren de reojo a cualquier cosa que pueda hacer reaccionar a la gente… La sobresaturación de los sentidos puede hacernos disminuir nuestro estar alertas. Un aluvión de estímulos tiende a distraer la atención del corazón… La ermita que hay en cada uno de nosotros no huye del mundo, sino que busca ese sitio de quietud en el que el corazón del mundo se deja oír. Todos nosotros, cada uno en medida diferente, necesitamos de la soledad, ya que todos necesitamos cultivar la plena atención. A medida que aprendemos a ver realmente con nuestros ojos, comenzamos también a ver con el corazón. Comenzamos a enfrentar aquello que preferiríamos obviar; empezamos a ver lo que sucede en éste, nuestro mundo. ¿Cómo podemos hacerlo? ¿Hay algún método para cultivar la atención plena? Por supuesto, hay muchos métodos; el que yo he elegido es la gratitud. La gratitud puede practicarse, cultivarse, aprenderse; y al crecer la gratitud, crece también nuestra plena atención. Antes de abrir mis ojos por la mañana, me recuerdo a mí mismo que tengo ojos que ven, mientras que tengo millones de hermanos y hermanas ciegos, muchos de ellos a causa de las condiciones en que viven, y que podrían mejorarse si la familia humana fuera más sensata y distribuyera sus recursos razonable y equitativamente. Si abro mis ojos con este pensamiento en mente, tengo muchas ocasiones de ser más agradecido por el don de la vista, y al mismo tiempo más atento a las necesidades de quienes carecen de ella. Y antes de apagar la luz por la noche, anoto en un calendario de bolsillo una cosa por la cual nunca antes me había sentido agradecido. He hecho esto durante años, y aún así la reserva de cosas que agradezco parece inagotable.
La gratitud le otorga alegría a mi vida. Pero, ¿cómo podría alegrarme de cosas que doy por sentado? Por eso, dejo de darlo todo por sentado, y así las sorpresas con las que me encuentro no tienen fin. La actitud agradecida es una actitud creativa, porque al fin de cuentas, la oportunidad es el don que encontramos dentro de cada momento. Y esto significa, sobre todo, la oportunidad de ver, oír, oler, tocar y gustar con placer. Una vez que nos hemos formado el hábito de aprovechar cada oportunidad, seremos capaces de enfrentar situaciones difíciles con creatividad. Pero por sobre todas las cosas, la gratitud imprime en nosotros ese sentido de pertenencia universal.
No hay vínculo más estrecho que el vínculo que establece la gratitud, el vínculo entre el que da y el que agradece. Todo es don. Vivir agradecidos es una celebración del dar y recibir de la vida, un “sí” ilimitado a la pertenencia.
¿Puede nuestro mundo sobrevivir sin esa gratitud? Cualquiera que sea la respuesta, una cosa es cierta: decir “sí” a la pertenencia mutua entre todos los seres hará de este mundo un mundo más feliz. Es por eso que “Sí” es mi sinónimo favorito para “Dios”.   (Hermano David Steindl-Rast, OSB. Artículo publicado en 1997 en el libro “Por el amor de Dios: Manual para el Espíritu”, editado por Benjamin Shields y Richard Carlson)

Que el Señor nos ayude a desear y a encontrar tiempos prolongados para ENCONTRARNOS CON ÉL en nuestro interior, para ESCUCHARLE y para VER la vida con sus ojos misericordiosos. Porque sólo así seremos capaces de encontrarle en cada ser humano y en todo lo creado, de SENTIR COMO PROPIO el dolor de nuestros hermanos -lejanos y cercanos- y de BAJAR de nuestras cómodas seguridades y de nuestro egoísmo, para trabajar con todas nuestras fuerzas y con los medios a nuestro alcance, por un mundo mejor. Sólo así aprenderemos a olvidarnos un poco de nosotros mismos, de nuestras falsas necesidades, y a pensar más en los otros y en sus necesidades; a preocuparnos un poco menos por tener y mucho más por ser y compartir; a no quedarnos tranquilos sólo con dar cosas, sino, sobre todo, a darnos a nosotros mismos, a ofrecer nuestro tiempo y nuestro apoyo a quien más lo necesite; a no cerrar los oídos ni los ojos ante las necesidades de quienes nos rodean. El contacto frecuente con el Señor nos despierta, nos hace realmente sensibles, nos resucita… Porque cuando somos insensibles ante el dolor y el mal, o lo causamos, estamos dormidos, peor aún, estamos muertos, aunque respiremos.

MADRE JOSEFA ESCUCHÓ EL CLAMOR DE DIOS EN LA VIDA y BAJÓ A LA REALIDAD para DAR RESPUESTAS CREATIVAS, desde un profundo AMOR. Para ello, vivió escuchando constantemente a Dios: En su Palabra. En la palabra y el magisterio de la Iglesia. Y, por supuesto, en las necesidades espirituales y materiales de la sociedad en que le tocó vivir, sobre todo de los más vulnerables entonces y siempre: los niños.

«Jesús fue para Madre Josefa Maestro y modelo de vida. De Él aprendió la entrega, por amor, al Padre y a los hermanos.» (Carisma, pág. 30)

«Madre Josefa descubrió en Jesucristo al Dios que, por amor, se entregó hasta dar su vida, ofreciendo a los hombres la salvación… Experiencia que marcó de un modo especial toda su vida y su Obra… El Dios hecho Hombre y muerto por amor cautivó de tal modo el corazón de Madre Josefa que se convirtió en la única razón de su existencia y en el impulso fundamental de su misión. Por ello, buscó con todo su ser identificarse con Cristo Redentor, y se entregó por entero a la tarea de hacer llegar a todos el Mensaje de la Salvación.» (Carisma, págs. 24-25)

«La acción apostólica brota de la íntima unión con Dios. El apostolado nace del designio amoroso del Padre, que salva al hombre y le hace hijo suyo en Jesucristo, por la acción vivificante del Espíritu Santo. Nuestra misión es realizar el plan salvífico de Dios para la humanidad y cooperar a la realización del mismo.» (Constituciones, artículo 63). Ver Pensamientos 2, 3, 4, 5, 6 y 7.
«El afán de que todos conociesen y amasen a Dios, movió a Josefa Campos a consagrar su vida a la catequesis. Evangelizar es, para nosotros, dar testimonio, de una manera sencilla y directa, de Dios revelado en Jesucristo. Hemos de vivir de tal forma que los hombres descubran sin esfuerzo que el secreto de nuestra vida es Cristo.» (Constituciones, artículo 64)

«A imitación de Jesús y de nuestra Fundadora, los niños son nuestro objeto de predilección.» (Cfr. Constituciones, artículo 67)

CANCIÓN: «Escuchemos a Dios»

Escuchemos a Dios donde la vida clama, escuchemos a Dios, pues con pasión nos habla.  Yo te hablo, te grito, en el pobre que sufre por falta de pan, el enfermo clavado en la cruz del dolor, la mujer agredida que busca igualdad,
en el niño sin padres que anhela un abrazo, el anciano olvidado, dolor y tristeza,
el migrante sin patria, sin paz, sin hogar. ¡Escúchame! ¡Escúchame!

Escuchemos a Dios…

Yo te hablo, te grito, cuando alguien anuncia la Buena Noticia,
por quien sirve al hermano y entrega su vida, por quien busca la paz y el Reino construye,
donde hay alguien que lucha por un mundo nuevo, el amor solidario que cura al herido,
por aquellos que viven sencilla hermandad. ¡Escúchame! ¡Escúchame!

Escuchemos a Dios…

Yo te hablo, te grito, en el Libro que narra mi amor por el mundo,
en el Pan repartido, memoria y anuncio, el silencio, el desierto y la contemplación,
en tu sed de belleza, de bien y verdad, en el átomo, el hombre y la inmensa galaxia,
en el centro habitado de tu corazón. ¡Escúchame! ¡Escúchame!